domingo, 31 de mayo de 2015

31 de Mayo del 2015



Hace 14 años estaba sola en mi cuarto de hospital preguntándome cómo estaría mi pequeña BB a quien se habían llevado a la raza sólo unas horas antes en ambulancia. 

Estaba terriblemente adolorida; el dolor me hacía temblar cuando le incorporé para bañarme. Los "entuertos" me azotaban y la incertidumbre me acompañaba porque en aquél entonces lo de los celulares no era como ahora y no tenía yo uno. 

Dormitaba por momentos pues estaba en recuperación después de un parto complicado y no podía llorar porque todo me dolía. 

Tardé seis días en conocer a mi primogénita. Estaba flaquita y amarilla encerrada en una incubadora y rodeada de ruidos de hospital y personas extrañas… pero cuando escuchó mi voz, se aferró con su manita a mi dedo y la paz volvió a su corazón. Y al mío también. 

Y comenzó mi gran aventura por la vida y el camino de la maternidad. Para mí, el parte aguas de mi vida. Jamás volví a ser esa Raquel sin propósito. María Natalia me cambió para siempre. 

Con su llegada, no sólo descubrí dones que no sabía que poseía; también aprendí que la vida no es un plan perfecto que funciona como tú pensaste que sería. 

Aprendí que hay cosas mucho más importantes y bellas que lo que alguna vez imaginé y que ni se compran, ni las puedes ver… pero ahí están; en la sonrisa de Natalia, en sus balbuceos, en sus carcajadas y en cada uno de los avances de su sistema nervioso central. 

También aprendí que la perfección existe en la imperfección. Mi Natalia tiene TDA y es la hija más perfecta que pude haber tenido porque es la que yo requería en mi vida para ser mejor, para crecer, para aprender otras formas de educar, de vivir, de hacer las cosas. Sin esa condición en su ser, yo jamás hubiera salido de mi área de confort y quién sabe cómo sería mi vida hoy. 

Por eso digo que los hijos son nuestros maestros. A nosotros nos corresponde formarlos, guiarlos, prepararlos para que puedan moverse en el mundo que les hemos estado creando; pero la realidad es que quienes aprendemos con su llegada somos nosotros. 

Si nos faltaba paciencia, misericordia, empatía, amor, felicidad … todo eso nuestros hijos nos lo darán. Pero sólo si somos lo suficientemente humildes humildes para dejarnos llevar por su sabiduría ancestral que está escondida en su corazón. 

Sí, hoy es el cumpleaños 14 de María Natalia Mor y es el día en el cual yo celebro la alegría y la Bendición de  ser su madre y de poder seguir aprendiendo a su lado. 

Gracias Dios. 

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